Preguntas sobre la vocación

  • ¿Qué es la vocación?
Es una llamada de Dios para realizar una tarea que abarca la vida entera. Todos estamos llamados a algo grande a los ojos de Dios, por eso la vocación es ese llamado particular al sueño de felicidad que Dios nos regala a cada uno de nosotros.

Todos somos llamados, somos llamados a la santidad. El desafío es descubrir cuál es el camino para llegar a ella y que se abre para cada uno de los que queremos ser fieles a los planes de Dios ya que Él no nos abandona nunca. Este llamado es personal: Dios nos llama por nuestro nombre, a recorrer el camino irrepetible al que Él nos invita.



  • ¿Qué hacer si descubro que soy llamado?
Primero, darle gracias a Dios por mostrarse tan cercano. Luego, este llamado debes compartirlo con algún acompañante o director espiritual, de preferencia un sacerdote, con quien puedes profundizar las motivaciones por las cuales crees que el Señor te llama a la vida sacerdotal o a alguna otra vocación especifica. Es siempre bueno confrontar con otra persona lo que nos pasa en la mente y el corazón, y con mayor razón con alguien que ha vivido antes lo que tú estás descubriendo ahora y que está a tu servicio, como lo es un sacerdote.
Paralelamente, sigue preguntándole al Señor cuál es su voluntad y encomiéndate al Espíritu Santo para que te ayude en tu definición.

  • ¿Qué es un sacerdote diocesano?
Es común que cuando un seminarista se presenta le pregunten cuál es su congregación. El seminarista responde que no pertenece a ninguna congregación puesto que estas se caracterizan por llevar a la vida la inspiración particular que ha tenido su fundador. Por ejemplo, la madre Teresa de Calcuta invita a sus religiosas a atender a los más pobres de entre los pobres. En cambio al sacerdote diocesano le inspira de un modo más directo la vida y el actuar de Jesucristo. Le llama particularmente la atención la presentación que Jesucristo hace de sí mismo como Buen Pastor y en consecuencia se siente llamado a entregar como Él la vida por sus ovejas. Otra característica notable es que nuestro ministerio se comprende sólo en colaboración con el obispo de la diócesis. El obispo es el sucesor de los apóstoles y los sacerdotes le sirven con obediencia, asegurando así un trabajo en comunión que facilite el actuar del mismo Dios en la vida de las personas. Por esta misma razón el sacerdote diocesano se vincula a una diócesis - por ejemplo, la de Santiago - y sirve en ella toda su vida.
Tú encuentras a estos sacerdotes en las parroquias, en los colegios y otros organismos eclesiales, como las vicarías ambientales (Pastoral Social, Universitaria, de los Enfermos, etc.).

  • ¿En qué consiste el proceso de formación sacerdotal?
El proceso de formación sacerdotal básicamente consiste en configurar nuestra vida con la de Jesús. Para decir como san Pablo “Ya no vivo yo, es Cristo que vive en mí” (Gal 2,20). Esto lo hacemos a lo largo de varios meses, en los que vamos creciendo en cuatro grandes dimensiones: la intelectual, conociendo en profundidad tanto al hombre al que servimos, a través de la filosofía, como al Evangelio que anunciamos, en la Teología; la humana, creciendo como personas en la vida comunitaria; la pastoral, aprendiendo en el apostolado, especialmente en parroquias, a ser como Jesús Buen Pastor; y la espiritual, en el encuentro cotidiano con el Señor en la oración.
En conclusión, podemos decir que la formación sacerdotal se define por cuatro dimensiones: Intelectual, humano-comunitario, pastoral y espiritual. Estas dimensiones van entrelazadas entre si, la espiritual es el corazón del cuerpo que nos lleva a entregarnos en la pastoral, a vivir comunitariamente como hombres llamados a la misma misión y nos ilumina para poder conocer al hombre y comprender a Dios en lo intelectual.




  • ¿Quiénes pueden postular al seminario?
Todos aquellos jóvenes que han discernido junto a su director espiritual el llamado que Dios les hace, especialmente jóvenes que tienen un amor especial por la Iglesia y por el trabajo pastoral y que sienten un anhelo muy grande de querer consagrar su vida a Dios. Aquellos jóvenes que aman la Eucaristía, que tienen gusto por la oración y el trabajo pastoral generalmente son invitados por Dios a seguirlo con mayor radicalidad.
La Iglesia pide las aptitudes mínimas - psicológicas, físicas e intelectuales - de un joven normal que permitan formarse para el sacerdocio. Estas son evaluadas en un proceso serio y sereno.